La 204ª Asamblea General (1992) adoptó las normas para su propia vida y presentó este recurso a las congregaciones y otros grupos de la Iglesia Presbiteriana para ayudarles a manejar los conflictos y desacuerdos cuando ocurren. Las normas ofrecen sugerencias claras y simples para lidiar con las diferencias, transformándolas en oportunidades de crecimiento, gracia y comprensión. Aunque el uso de estas normas no puede evitar que se produzcan conflictos, generarán un clima abierto, útil y constructivo, donde las diferencias se pueden conversar con amor y escuchar con comprensión.