Cuando comencé mi ministerio con la congregación donde sirvo como pastora temporal, mi contrato inicial incluía predicar un domingo al mes. La iglesia, debido a que había estado sin personal pastoral por algún tiempo, se había acostumbrado a escuchar muchas voces diferentes desde el púlpito. Además, había muchas pastoras y pastoras de diferentes culturas que eran parte de la congregación de una manera u otra que predicaban, y también algunos ancianos y ancianas gobernantes que también predicaban de vez en cuando. En ocasiones, he descrito lo que sucede en esta iglesia como un «festival homilético» de la iglesia. Es una oportunidad para que la congregación escuche diferentes voces, diferentes puntos de visa, diferentes interpretaciones de la Escritura y hasta diferentes idiomas desde un púlpito.
«El ministerio de la membresía», G-1.034 en el Libro de Orden, nos recuerda que un o una miembro fiel de la iglesia se involucra en «proclamar las buenas nuevas en palabras y hechos». El proclamar las buenas nuevas siempre ha sido parte del corazón del cristianismo. Jesús lo hizo. También lo hicieron María, Marta, y María Magdalena. Pedro, Pablo y todos los apóstoles también proclamaron. Aun así, muchas personas en la iglesia ven la proclamación como una tarea abrumadora. Para algunas personas, parece que proclamar es algo que debe hacer un pastor o pastora y no necesariamente es tarea para el resto de la congregación.
Esto, sin embargo, es un llamado a todos los y las creyentes. Toda persona cristiana debe poder hablar sobre su fe y poder vivir su fe diariamente. No somos gente cristiana sólo los domingos. Nuestra fe debe ser tan visible como la cruz que llevamos en la frente el Miércoles de ceniza. Para los ancianos y ancianas gobernantes, en particular, demostrar su fe debe ser una prioridad esencial. Proclamar las buenas nuevas en palabras y hechos no debe ser solo parte del ámbito de lo que puede ser llamado el «ministerio profesional».
Paul S. Wright, en su libro Ancianos y ancianas gobernantes presbiterianos, hace un comentario interesante sobre cómo la fe ha sido «profesionalizada». Las personas en la iglesia parecen pensar en que hay especialidades que se practican dentro del ministerio y hemos caído en la trampa de pensar en nuestra fe en términos que limitan nuestras responsabilidades y nuestro llamado. Wright escribe:
«El corazón de nuestra fe es que Cristo habita en las personas que el Espíritu ha despertado a la fe. Es una perversión el pensar en nuestra fe en términos de “profesionalismo”. No toleraríamos que profesionales responsables oren por nosotros y nosotras, del mismo modo que no toleraríamos que profesionales responsables nos muestren amor cristiano. La iglesia es fiel a sí misma y a su Señor cuando no existen dos clases de personas—una con un estatus único en relación con las cosas de Dios y otra ubicada en una posición inferior.» (p. 17)
Las iglesias pueden celebrar y beneficiarse de un «festival homilético» en donde se escuchen voces diferentes. De hecho, el rol de la anciana y anciano gobernante que puede proclamar las buenas nuevas en palabra y hecho se ha convertido en algo esencial en nuestra denominación, ya que los ancianos y ancianas gobernantes sirven en una variedad de roles. Es importante proveer espacios en todos los niveles de la iglesia en donde las ancianas y ancianos gobernantes puedan ejercitar sus talentos exegéticos, homiléticos, teológicos e incluso pastorales.
En el libro Part-Time Is Plenty: Thriving Without Full-Time Clergy (Un tiempo parcial es suficiente: prosperando sin un pastorado a tiempo completo), Jeffrey MacDonald escribe un capítulo que traducido al español se titula «¡Claro que puedo dar un sermón!». Él presenta varios casos de iglesias que abrieron el púlpito a su liderazgo congregacional, para que las iglesias no cayeran en la trampa de pagar por un pastor o pastora a «tiempo parcial» y aun así esperar que la pastora o pastor trabajara a tiempo completo. El punto de MacDonald es que si una iglesia, por necesidad o creatividad, decide prescindir de un pastorado a tiempo completo, debe pasar por un proceso de discernimiento en el que aproveche los talentos de su gente para compartir las responsabilidades pastorales. Hay ancianos y ancianas gobernantes que son maestros, maestras, psicólogos, psicólogas, dueños y dueñas de pequeños negocios o personas que hacen pizza y hay algunos presbiterios y sínodos que tienen «escuelas» en donde se capacita a las personas para combinar sus talentos y experiencias de vida con la interpretación bíblica y el cuidado pastoral.
Ahora, predico más consistentemente en la iglesia en donde sirvo. Si bien no tenemos tantos pastores ocupando el púlpito como solíamos, el «festival homilético» continúa. Tenemos varios ancianos y ancianas gobernantes a quienes les gusta predicar y han pedido que se les incluya en el calendario de predicación. Después de todo, «proclamar las buenas nuevas en palabras y hechos» es una parte importante de nuestros ministerios y participación en la iglesia.
Para la reflexión:
- ¿Cómo vive su llamado a compartir las buenas nuevas en palabras y hechos? ¿De qué manera ejerce este llamado como líder en la iglesia y en su vida?
- ¿Qué preparación podría buscar para sentirse más seguro o segura en este llamado a compartir las buenas nuevas?
- Es posible que su congregación no tenga su propio «festival de homilética». ¿Cuáles son las maneras en que puede exponerse a diversas expresiones de fe a medida que continúa formándose como líder?
Marissa Galván Valle es ministra de la Palabra y los Sacramentos de la Iglesia Presbiteriana (EE.UU.). Ella es la editora principal de los recursos en español de la Corporación presbiteriana de publicaciones y sirve en una relación pastoral temporal en la Iglesia Presbiteriana de Beechmont, una iglesia intercultural que adora cada domingo en español e inglés. Ella fue ordenada como anciana gobernante cuando tenía veintiún años de edad.
A lo largo del 2023 y 2024, los artículos mensuales de Regarding Ruling Elders (En cuanto a los ancianos y ancianas gobernantes) alternarán entre una inmersión profunda en las formas en que los ancianos y ancianas gobernantes disciernen y miden la vida de una congregación a través del ministerio de las membresías e historias sobre cómo los ancianos y ancianas gobernantes están usando su llamado y dones mientras se mueven dentro y fuera de las paredes de la congregación.