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En nuestras culturas hispano/latinas la temporada Navideña realmente no concluye sino hasta las celebraciones de la Epifanía y del Día de Reyes el 6 de enero. Tradicionalmente los niños reciben sus regalos esa fecha simbolizando los regalos de oro, incienso, y mirra que los Magos (Reyes) del oriente ofrecieron al infante Jesús de acuerdo a la narración bíblica del Evangelio de Mateo 2:1-12.
Además de dar regalos a los niños, algunas familias acostumbran a reunirse para compartir y degustar la Rosca de Reyes que representa una corona como la que utilizaban, según la tradición, los Reyes Magos. Los colores y las frutas secas cristalizadas simulan las joyas incrustadas en dicha corona. Se ha dicho que la forma ovalada circular de la rosca representa el amor hacia Dios y el amor de Dios que es infinito y no conoce principio ni fin.
Muñequitos de plástico escondidos dentro de la rosca representan al niño Jesús, y se ha considerado que es un símbolo del momento en que María y José ocultan al niño para salvarlo del Rey Herodes. Cada uno de los elementos que se utilizan para decorar la rosca, simbolizan un obstáculo superficial para encontrar al niño Jesús; por ejemplo, los dulces y las frutas hacen difícil el acceso. Además de que también para algunos, el cuchillo con el que se cortan las rebanadas de la rosca representa el peligro que le acechaba en sus primeros años de vida, ya que de haber sido encontrado habría sido asesinado.
El Evangelio narra la historia de unos magos o sabios del oriente quienes siguieron una brillante luz, la Estrella de Belén, que los condujo hasta el lugar donde se encontraba el niño Jesús. Ellos “se regocijaron con muy grande gozo” al llegar al humilde hogar de la sagrada familia y se postraron y adoraron al Rey de reyes y Soberano de toda la Creación quien se hiciera frágil y vulnerable al encarnarse como humano para habitar entre nosotros.
En nuestras celebraciones de la Epifanía y del Día de Reyes al congregarnos como familias para dar regalos y compartir la Rosca de Reyes, acordémonos de los más frágiles y vulnerables a nuestro alrededor. De igual manera como lo hacemos con nuestras familias y como lo haríamos con el mismo niño Jesús ofrezcamos nuestros tesoros a los “más pequeños” entre nosotros y trabajemos por su seguridad, integridad, dignidad y bienestar. Recordemos también las palabras que Jesucristo mismo expresó: “De cierto les digo que en cuanto lo hicieron a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hicieron” (Mateo 25:40). Sea pues esta nuestra oportunidad y gran gozo de adorar al Rey de reyes y Soberano de toda la Creación este Día de Reyes con nuestros tesoros y con la ofrenda de nuestras vidas.
Lemuel Garcia-Arroyo is the Presbyterian Mission Agency’s mission engagement advisor for the South region. This piece was originally published on “Where Your Heart Is…A Weekly Offerings Stewardship Blog.”