En las últimas semanas, me he estado reuniendo virtualmente con mi iglesia local en San Francisco, mientras vivo en Atlanta. No poder compartir el pan y vino con ninguna comunidad ha sido un desafío personal. Es un escenario que muchas personas en nuestra denominación pueden entender, ya que hemos tenido que adaptar nuestra adoración durante la pandemia de COVID-19. En un momento en que no podemos reunirnos en comunidad para adorar y recibir el sacramento de la Cena del Señor en persona, mi reflexión se ha enfocado en lo que significa estar en comunidad, incluso desde la distancia, y el impacto de la comunidad en el sacramento.
En un artículo escrito por el reverendo Dr. William P. Brown sobre la primera Pascua1, él nos recuerda que cuando los primeros discípulos estaban juntos con ansiedad, el Cristo resucitado se unió a ellos y comió con ellos una vez más. Fue en este encuentro de resurrección que Jesús les dijo a los discípulos que se quedaran quietos, que esperaran, hasta que la obra del Espíritu Santo estuviera sobre ellos.
Reflexionar sobre las Escrituras acerca de la primera Pascua me recuerda que Jesús es quien está presente en nuestra participación en la Cena del Señor, tal como estuvo presente en los primeros discípulos. Participamos de la Mesa no por nuestra propia acción, sino por la obra del Espíritu Santo, quien nos llama a compartir el don de la gracia de Díos. Nuestra fe es encarnada y las señales y los actos de gracia no solo hablan de quiénes somos sino de quién somos. Incluso en temporadas de lamento y anhelo, en la Mesa, la gracia de Dios se derrama sobre nosotros/as.
Al mismo tiempo, la gracia encarnada también puede tomar la forma de lamento y ayuno. Así como los discípulos se sentaron separados del mundo exterior, yo y mis comunidades también nos encontramos a una distancia física el uno del otro. Estuvo y está bien para nosotros/as sentarnos en este lamento, esperando el día en que podamos celebrar la cena físicamente presente con las demás personas una vez más.
La gracia que se ofrece a nosotros/as y a otros/as miembros de nuestras comunidades es una que no podemos obstaculizar, pero que podemos ayudar en su encarnación. En este tiempo libre de grandes reuniones de adoración, los consistorios deben contemplar las razones teológicas de la Cena del Señor. Nuestro Libro de Ordenofrece orientación sobre este tema y sienta las bases de lo que se espera como mínimo (G-3.0301b).
La decisión de con qué frecuencia se observa el sacramento es tomada por el consistorio y otros concilios para entornos no congregacionales (W-3.0410). En los casos en que los ministros de Palabra y Sacramento, o los ancianos gobernantes comisionados, no están físicamente presentes para administrar el sacramento con los feligreses, los consistorios tienen la opción de autorizar a los miembros para que lo hagan (W-3.0414). Los/as miembros necesitan un aviso de una semana para que puedan prepararse, como también los elementos para la mesa (W-3.0409). Debemos recordar que la adoración cristiana es contextual y depende de los elementos disponibles y apropiados para la circunstancia dada (W-1.0304). El pan y la copa no son en sí mismos lo que nos lleva a Dios, sino signos que apuntan a la gracia de Dios que ya se encuentra en Jesucristo (W-1.0303). Estas son todas las formas que impactan cómo se encarna la gracia para aquellas personas que participan de la mesa de Cristo.
Independientemente de cómo se celebre el sacramento, sepa que Cristo está presente con nosotros/as. Este mundo le pertenece a Dios y no hay lugar donde Dios no pueda ser adorado. Sentémonos en la gracia que se nos otorga al ofrecerla a las dem´s personas, en este tiempo de lamento, en este tiempo de quietud, en este tiempo donde nos encontramos.
Preguntas para el dialogo:
Durante los tiempos de separación de sus seres queridos, ¿cómo ha sentido la presencia de Cristo?
¿Qué símbolos sagrados le han traído alegría y esperanza en medio del lamento?
Piense en los momentos en que ha celebrado la Cena del Señor y reflexione sobre las formas en que se ha sentido más cerca de Dios.
Christópher (Ófe) Abreu Rosario es un estudiante dominicano estadounidense de tercer año cursando una doble maestría (MDiv y MA en Teología Práctica) en el Seminario Teológico de Columbia en Atlanta, Georgia. Es candidato para el proceso de ordenación en la IP(EE. UU.), bajo el cuidado de La Iglesia Comunitaria Mission Bay en San Francisco, California. Le encantan las donas, las películas y compartir comida y largas caminatas con amistades.