"Si suspendemos nuestro servicio de adoración y cerramos nuestras puertas durante esta pandemia, ¿cómo continuaremos siendo la iglesia?" Es la pregunta central que se plantean los líderes congregacionales. ¿Cómo construimos una comunidad de fe cuando estamos separados físicamente uno/as de otros/as? ¿Cómo lideramos en una crisis?
Las crisis ponen a prueba nuestra fe y liderazgo. En una crisis, las personas suelen actuar motivadas por el miedo, no por la fe. El miedo genera ansiedad, y esta se propaga como un contagio en el Cuerpo de Cristo. Al igual que Elías, que huyó de la ira de Jezabel (1 Reyes 19), las iglesias ansiosas y temerosas pueden desarrollar una mentalidad de aislamiento, sintiéndose impotentes y solas. Al igual que el pueblo israelita en el desierto (Éxodo 16), podemos reaccionar al reclamar una solución instantánea en vez de adaptarnos y crecer a través de los desafíos.
Muchos/as líderes internalizan esta ansiedad y alimentan los temores de la gente. Pero los/as mejores líderes manejan su propia reactividad, abordan los miedos con compasión y modelan el confiar en Dios con convicción y esperanza. Aquí presento algunos recordatorios importantes a la hora de liderar en una crisis.
Póngase su propia mascarilla primero. Es una advertencia bien conocida antes de volar: "en caso de una pérdida repentina de presión en la cabina ..." ponerse su propia mascarilla antes de intentar ayudar a las demás personas. También es una buena lección para el liderazgo. No se puede ayudar a otras personas espiritualmente si no se está cuidando a sí mismo/a. Mantenga una buena salud física, mental, emocional y espiritual. Tómese días libres, no solo del trabajo y las obligaciones de la iglesia, sino también de las noticias y las redes sociales que producen ansiedad. Ponga más atención en las disciplinas espirituales.
Manténgase conectado/a. Como dice la canción: "la iglesia no es un edificio ... la iglesia es un pueblo". Podemos permanecer espiritualmente cerca, incluso cuando estamos socialmente distantes. Preste atención especial a aquellas personas que tal vez se sientan más aisladas: personas de tercera edad y las enfermas, las que viven solas y las del otro lado de la brecha digital que quizás no tengan acceso a las conexiones virtuales. Una nota escrita a mano o una llamada telefónica son medios de gracia en un mundo digital.
¡Comuníquese! La comunicación clara, regular y honesta resulta esencial en una crisis, pero a las personas les resulta difícil escuchar cuando tienen ansias y miedo. Los/as buenos/as líderes escuchan antes de hablar. Bríndeles a las personas la oportunidad de expresar sus miedos. Escuchar tranquilamente y con compasión casi siempre disminuirá la ansiedad.
Ábrase a lo nuevo que trae Dios. ¡Somos un pueblo de Pascua! Incluso en medio del sufrimiento y del dolor, Dios trabaja para traer nueva vida y esperanza. Quizás este sea el momento de forjar asociaciones de misión con agencias comunitarias y escuelas; de fortalecer su presencia en línea mediante la transmisión en directo de devocionarios y reuniones de oración; de desarrollar la capacidad de donar en línea.
Recuerde quién tiene el control. Aquí hay una pista: no es usted. Este mundo es de Dios y Dios tiene el control, incluso en una pandemia. No necesitamos cargar con el lastre espiritual y emocional de “salvar la iglesia” — ¡eso ya se ha hecho! El liderazgo es un deporte de equipo — entonces confíe en los/as otros/as ancianos/as y líderes pastorales, pero sobre todo, confíe en Dios. Pedro instó a los creyentes perseguidos en Asia: “Sean humildes, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él los enaltezca a su debido tiempo. Dejen todas sus preocupaciones a Dios, porque él se interesa por ustedes.”(1 Pedro 5: 6–7).
El liderazgo en una crisis es un ejercicio de fe valiente. Angeles Arrien, antropóloga intercultural, docente y autora, definió el liderazgo valiente en cuatro pasos: Preséntese, escuche, diga la verdad tal como la ve desde su corazón y no se preocupe por el resultado. Es buen consejo para nosotros hoy. Dios está en control; el Señor nos cuidará.
El reverendo Dan Saperstein es presbítero ejecutivo del Presbiterio de Lake Huron. Se tituló con doctorado de ministerio con enfoque en el liderazgo ejecutivo del Seminario Teológico de McCormick (McCormick Theological Seminary). Dan se considera un "nerd" de la política eclesial, fanático del cine, y vive en Saginaw, Michigan con su esposa Liz. Tienen dos hijas adultas y un nieto.