En su primera videoconferencia mensual, los miembros del Comité de la Oficina de la Asamblea General (COGA por sus siglas en inglés) dedicaron tiempo en su orden del día para compartir y orar sobre el impacto que produce COVID-19 — también conocido como el coronavirus — sobre las iglesias y presbiterios.

La reverenda Eliana Maxim, co-presbítera ejecutiva del Presbiterio de Seattle, compartió las noticias de la propagación continua del virus en su comunidad y dice que las iglesias estadounidenses y líderes eclesiales en todo el país deben estar muy preocupados.

«Ya estamos ante una realidad diferente. Hay uno ministro en nuestro presbiterio que está gravemente enfermo, y hemos visto varias muertes debido al virus, y no podemos celebrar funerales —dijo.— Se están construyendo uno hospital de campaña sobre canchas de fútbol porque ahora no hay cupo para todos los pacientes en nuestros hospitales . Estamos movilizando a los socios ecuménicos para ayudar a las personas sin hogar porque al final el virus va a afectarles».

Maxim añade que el impacto está cobrando su precio a los/as pastores/as y capellanes/as.

«Debemos estar conscientes de las realidades que la gente enfrenta. Tenemos pastores/as agotados/as, nuestros/as capellanes/as están al frente, presentándose al trabajo todos los días para manejar asuntos de muerte. Las familias no pueden estar con sus seres queridos al final de su vida porque no se permite —dijo.— Ya entramos en fase de luto. Nos hemos quedado en nuestras casas durante dos semanas y nos damos cuenta de que varias iglesias en el presbiterio no van a sobrevivir este virus».

Otros miembros del COGA en todos los EE. UU. coincidían en que algunas regiones aún no han cancelado los servicios presenciales y que los/as pastores/as están «estresados/as al máximo» intentando alcanzar las necesidades de la congregación.

El anciano docente Leon Lovell-Martin de Davie, Florida, dice que apenas se implementaron esfuerzos para cancelar los servicios presenciales en su comunidad.

«No podemos presumir que todo se acabará en dos semanas. Ya estoy trabajando para crear recursos que las iglesias pueden usar durante los próximos dos domingos —dijo.— En abril, vamos a dar servicios a través de Zoom. Entretanto, el personal trabaja remotamente».

Lovell-Martin añadió que las playas públicas en el condado de Miami apenas se están cerrando ahora frente a la propagación del virus.

La anciana gobernante Vilmarie Cintrón Olivieri, co-moderadora de la 223ª Asamblea General (2018) de la Iglesia Presbiteriana (EE. UU.) dice que el Presbiterio de Florida Tropical se comunica con pastores/as y líderes eclesiales semanalmente y ha suspendido los servicios presenciales por el momento.

«Esto no tiene nada que ver con una falta de fe; se trata de ser buenos vecinos y tratar bien a las personas en nuestro alrededor —dijo.— Esto va a durar un tiempo, tal vez meses, y debemos tener en cuenta que desarrollar una cura tardará meses».

La reverenda Cindy Kohlmann, co-moderadora de la 223ª Asamblea General (2018), vive en la cercanías de Boston y dice que Seattle les lleva unas semanas en cuanto al desarrollo del virus. Añade que las residencias estudiantiles en las universidades principales se están convirtiendo en hospitales.

«Para nosotros/as que trabajamos a tiempo parcial al nivel de los concilios intermedios, o para los concilios con líderes voluntarios o falta de un liderazgo claro, no existe un nivel de apoyo y es posible que los sínodos no puedan cumplir con esa necesidad —dijo.— Sencillamente, no podemos ofrecer muchas cosas debido a la falta de personal y tiempo».

La anciana docente Leanne Masters vive con su familia en Lincoln, Nebraska.

«En Nebraska, tenemos la suerte de contar con un centro hospitalario en la Universidad de Omaha que se especializa en enfermedades contagiosas. Sin embargo, muchas iglesias en el estado piensan que el virus no va a afectarles, y piensan que las comunidades pequeñas no se verán impactadas ―dijo.— El gobernador ha limitado las reuniones públicas a no más de diez personas durante dos semanas, inclusive en lugares religiosos».

Si bien muchas familias trabajan desde casa, Masters dice que eso no aplica a su hogar.

«Mi esposo trabaja en construcción y tiene que seguir trabajando. Estamos ante la realidad de que si él no trabaja, no cobra. Hace lo que puede para distanciarse de sus compañeros de trabajo —dijo.— En medio de eso, estamos tratando de determinar cómo cuidar a una congregación y cómo ser una iglesia para poder evitar lo que sucede en Seattle, Nueva York y Boston».

Masters dice que las personas en su comunidad han oído de varias fuentes durante semanas que esto no es gran cosa. Ahora, dice que están escarmentando.

El miembro de COGA, Wilson Kennedy, destacó a los/as estudiantes de los seminarios que tienen varias inquietudes ahora.

«Muchos/as de estos/as estudiantes son de lugares afectados por los sucesos y sirven en congregaciones como pastores/as en prácticas —dijo.— Además, ya se acerca el final del semestre y están concentrados/as en sus exámenes y en buscar sus llamados».

Maxim instó a las iglesias que tomen el virus en serio. «Temo que estamos al comienzo y les llegará como un maremoto. Las personas aún están reuniéndose para adorar en este país y eso da miedo».


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