Durante una reunión con mis colegas en el Centro Presbiteriano, discutimos las preguntas de ordenación; las preguntas que se les hace a todos los ancianos(as) docentes y gobernantes y a los diáconos y diaconisas en las ordenaciones e instalaciones. La primera es problemática; «¿Confía usted en Jesucristo como Salvador, lo reconoce como Señor de todos y todas y Cabeza de la Iglesia y mediante El cree en un Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo? Por supuesto, la respuesta a esta gran pregunta es «sí».

¿Cómo personas presbiterianas, que es lo que significa el confiar en Jesucristo, el creer en el Dios de las Escrituras?

Y la tercera pregunta es, en mi experiencia, la que muchos ancianos(as) gobernantes tienen más dificultad en entender porque se pregunta si «¿Recibe y adopta usted sinceramente los principios esenciales de la fe reformada, según están expresadas en las confesiones de nuestra iglesia...?»

Estas dos preguntas juntas plantean una profunda cuestión: ¿Cómo personas presbiterianas, que es lo que significa el confiar en Jesucristo, el creer en el Dios de las Escrituras? La mayoría de lo que creemos es común para todas las personas cristianas.  Esto es expresado en el Libro de Orden con sus definiciones del misterio del Dios Trino y la encarnación de la eterna Palabra de Dios en Jesucristo, y el reconocimiento de la autoridad de las Sagradas Escrituras (F-2.03). Y lo que es cierto que cuando hablamos de lo que es distintivo de ser una persona presbiteriana, no queremos tener una respuesta demasiado grande; compartimos convicciones básicas, un lenguaje común con los bautistas, pentecostales, católicos, metodistas, menonitas, etcétera.

Pero cada una de estas tradiciones tiene un dialecto en ese idioma. Hablamos el mismo idioma que las demás personas cristianas, pero tenemos un acento distintivo e importante en ese idioma. Nuestro acento es gracia y gratitud.

La gracia y la gratitud son nuestra visión teológica y espiritual. ¿Qué imagen tenemos de Dios? El Dios de gracia que viene en la creación, en la ley, en los profetas, y por último en la persona de Jesucristo. El Dios que nos sostiene con la gracia continua del Espíritu Santo. El Dios que nos llama a través de la iglesia. El Dios que está por nosotros/as.

La expresión más profunda de esta visión teológica y espiritual viene de la liturgia bautismal francesa escrita por la Iglesia Hugonote durante la Reforma:

Por ti, pequeño/a, Jesucristo vino al mundo:
Por ti, vivió y mostro el amor de Dios;
Por ti sufrió la oscuridad del Calvario
Aclamando al final, «¡Todo está cumplido!»;
Por ti Cristo triunfo sobre la muerte, resucito a una nueva vida;
Por ti ascendió para reinar a la derecha de Dios.
Todo esto fue hecho por ti pequeño/a
Aunque aún no sabes nada de esto.
Y así se cumple la palabra de la Escritura:
«Amamos porque él nos amó primero».[1]

Eso es gracia.

Y ¿Cuál es nuestra única respuesta apropiada? Gratitud. Gratitud por nuestras vidas, por nuestro tesoro, por nuestra comunidad. La gratitud que nos obliga a compartir el amor de Cristo en la comunidad y para hacer justicia y el amor misericordioso para todos los/as hijos/as de Dios. Karl Barth escribió que la gracia y gratitud «van de la mano como el cielo y la tierra. La gracia evoca la gratitud como la voz un eco. La gratitud sigue a la gracia como un trueno [sigue] al rayo». Si Dios es, en esencia, gracia, entonces somos, en esencia, la gratitud.[2]

Puede escuchar la gracia y gratitud en la última cláusula en pregunta y respuesta 86 del Catecismo de Heidelberg:

86 Q.  Si somos liberados por Cristo
             de todos nuestros pecados y miserias
             sin merecimiento alguno de nuestra parte,
             sino sólo por la misericordia de Dios
             ¿Por qué hemos de hacer buenas obras?
       A.  Porque después de que Cristo nos ha redimido con su sangre,
             nos renueva también con su Espíritu Santo a su imagen,
                    a fin de que en toda nuestra vida
                            nos mostremos agradecidos a Dios
                                   por tantos beneficios . . .[3]

Gracia y gratitud; es la manera resumida en la que nosotros/as, como presbiterianos, creemos acerca de Dios en Jesucristo por el poder del Espíritu Santo.  Cuando los ancianos/as gobernantes practican la respuesta a la última pregunta de ordenación, «¿Será usted un/a anciano/a anciana gobernante fiel, cuidando del pueblo, proveyendo para su adoración, educación y servicio? Tengo la esperanza de que lo harán en el servicio de nuestra fe común en Jesucristo, pero con un acento Presbiteriano.

W-4.4003 del Libro de Orden incluye todas las preguntas dadas en la ordenación e instalación. 


Charles Wiley es el coordinador de la Oficina de Teología y Adoración en la Agencia Presbiteriana de Misión. Él fue secretario del consistorio en la Iglesia Presbiteriana Blacknall Memorial en Durham, N.C., durante tres meses antes de mudarse inesperadamente a Princeton, para hacer un doctorado en Teología.

[1] Church of Scotland, Book of Common Order (Edinburgh: St Andrew Press; 2nd edition 1996).
[2] Karl Barth, Church Dogmatics (Edinburgh: T&T Clark, 1960), IV.1.2, §57. 
[3] Presbyterian Church (U.S.A.), Book of Confessions (Louisville: Office of the General Assembly, 2016), 4.086.

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