Es un año nuevo, ¡2016! Un nuevo comienzo simbólico donde hay borrón y cuenta nueva, comenzamos de nuevo. Algunos de nosotros/as prevé el acontecimiento de cosas maravillosas, una boda, el nacimiento de un bebé, un nuevo trabajo o casa, ir a la universidad, graduarse, retirarse, y la lista continúa.
Otros de nosotros no estamos tan emocionados/as con el nuevo año. Hemos perdido a una persona que amábamos y ya no es parte de nuestra vida cotidiana. Nos enfrentamos a enfermedades, en nuestro propio cuerpo o en otras personas. Nos sentimos decepcionados/as al punto del dolor sobre las decisiones o acciones de personas que hemos amado y confiado. Nos sentimos derrotados/as y perdidos/as — preguntándonos a dónde vamos a ir, o sentimos enojo y miedo o frustración en el ámbito personal, político o incluso relacionado con asuntos de iglesia.
Así que ¿qué va a pasar? Lo sorprendente es que no sabemos. Los planes tienen una forma de cambiar. La vida tiene una manera de llevarnos por rutas que nunca esperábamos o asumíamos. Buenas y malas noticias vienen de sorpresa y nos damos cuenta de que fuerzas más allá de nosotros están en control, y no todo depende de nosotros/as.
Gracias a Dios, no todo depende de nosotros/as. Gracias a Dios que es Dios quien está en control y nos conducirá a través de las colinas y valles de la vida en maneras que pueda traer paz a nuestras mentes y nuestros corazones si permitimos a Dios en nuestras vidas.
Como Moderador de la Asamblea General 221 (2014) de la Iglesia Presbiteriana (EE.UU.A.), me acuerdo a diario de la influencia y participación de Dios en nuestra denominación. Siendo sincero, hay veces que me pregunto acerca de las opciones de Dios. Pero hay una diferencia en preguntar y dudar. No dudo de las intenciones de Dios. Sé que nos ama más de lo que posiblemente podemos creer y que Dios está trabajando un plan que no se ajusta siempre con mi comprensión de los planes. Pero sé que Dios está correcto, no yo.
Como deseo que cada persona en nuestra denominación y más allá, pudiese haber tenido las experiencias que tuve en el año 2015. Aunque he visto algunas personas que están dolidas y experimentan angustia, he visto muchos más que han llegado a una paz en entender que nuevas direcciones y opciones pueden traer paz y calma de maneras que ellos/as (y yo) nunca esperábamos.
He visto nuestros cuerpos de trabajo en la iglesia local, presbiterio, sínodo, y a nivel nacional llegar a entender que es un nuevo día para nosotros, y que Dios está en control. He visto a los cristianos en China y Taiwán, en Etiopía y Sudán del Sur, en México y en todo nuestro país que están llenos de un celo de amor cristiano que se extiende más allá de las alegrías o tristezas de la vida.
Dentro de la IP(EEUUA) he visto algunas maravillosas personas y congregaciones que deciden separarse de nuestra comunión, y esto me ha puesto muy triste. Pero también he visto muchas otras que aunque discrepan, deciden encontrar maneras de trabajar juntos/as, buscar nuevos entendimientos sobre cómo ser una familia a pesar de nuestras diferencias y ofrecen ejemplos de la gracia de Dios uno a la otra. Y en esos encuentros, he visto a Jesús trabajando, el Jesús que nos enseñó la Regla de Oro, el Jesús que nos enseñó sobre el amor incondicional, el Jesús que estaba dispuesto a dar Su vida por nosotros/as porque Él nos ama tanto.
Que podamos entrar al 2016 con un renovado compromiso de vivir como Jesús. Que podamos encontrarnos con maneras de alimentar a las personas hambrientas, ofrecer alivio a las personas sin hogar (independientemente de su patria o raza o preferencia religiosa). Que podamos darnos cuenta de que la paz que todos/as buscamos sólo puede comenzar individualmente dentro de nuestros corazones y nos esforcemos por servir de modelo de este amor. Paz, reconciliación, perdón, compasión, justicia, gracia, fe, estas son marcas que nos identifican como Presbiterianos/as en la IP(EEUUA). ¡Que podamos usarlos con audacia en este nuevo año!