Hubo muchos de nosotros que fuimos a ver la nueva película de Stars Wars, La Fuerza se Despierta. Kathy y yo siempre nos acordamos de nuestra primera película de Stars Wars cuando llevamos a nuestro hijo de seis semanas de edad al teatro de $2 en Saugus, Massachusetts. Nos impresionó la clase de imaginación que tuvo George Lucas para crear la película.
La iglesia y la imaginación siempre han sido una pareja de baile incierta. Se han pisado los pies una al otro y han luchado sobre quién dirige el baile. Hemos sido testigos de los problemas que una pobre alma enfrenta cuando imagina que un mueble de la iglesia se pueda mover o cambiar algo que es tradición. Mientras que nadie quiere escuchar el mismo sermón cada domingo, se detiene al predicador/a que deja su imaginación ir más allá de la imaginación de la congregación.
Y sin embargo la imaginación es clave para la vida de la fe. Las visiones de los profetas fueron una santa imaginación de lo que podría ser Israel. El uso de Jesús de las parábolas era una imaginación sagrada en el poder de la narración. La visión de Juan de la victoria del Reino de Dios sobre el Imperio Romano ha alimentado la imaginación durante 2,000 años.
Quizás el tramo más grande de nuestra santa imaginación es vernos a nosotros/as mismos/as como discípulos/as más fieles. Conocemos bien quienes somos. Sabemos la fecha de caducidad de nuestra resolución de enero. Sabemos que hemos hecho estas promesas antes.
Pero aquí tenemos una ventaja sobre Lucas. El poder de nuestra fuerza es el regalo de la gracia. Esa gracia, con el acompañamiento personal del Espíritu Santo, tiene un poder que el Imperio sólo puede soñar. No estamos atrapados en un planeta aislado. Estamos llamados/as a imaginar nuestra vida como más fiel, más llena de gracia y más centrada en los demás. Que la fuerza te acompañe.