Los hombres honrados mueren
y nadie se preocupa;
los hombres buenos desaparecen,
y nadie entiende (Isaías 57:1)
Al leer los artículos mensuales que he escrito durante los últimos doce meses, me doy cuenta que una cuarta parte de ellos han hablado sobre el racismo. El último incidente público fue el de los asesinatos en la Iglesia Episcopal Metodista Africana Emanuel (AME) (Madre Emanuel) en Charleston, Carolina del Sur. Madre Emanuel es una iglesia más en una larga lista trágica de iglesias afroamericanas que han sido bombardeadas, quemadas, tiroteadas, y vandalizadas.
He tratado de imaginar a un maestro de escuela dominical dejando de lado las historias de David y Goliat o la de Noé; «niños, hoy vamos a aprender a hacerse el muerto en la iglesia para no recibir un disparo». Otras personas y yo observamos el servicio de adoración en Madre Emanuel después de los disparos. El tema fue el espíritu opresor del mal no prevalecerá.
Pero según parece, el mal está trabajando duro. Es apropiado hablar de armas de fuego, y de enfrentar algunos poderosos símbolos de la esclavitud y el racismo. Pero creo que tenemos que ir más profundo, mucho más allá.
El capítulo 5 de Juan cuenta la historia de un hombre que estaba echado al lado de la piscina de Betzata durante treinta y ocho años esperando a ser sanado. Cuando Jesús lo ve, este le hace al parecer, ser una pregunta absurda « ¿Quieres recobrar la salud?» El hombre dice que sí y Jesús lo sana. Esto pone al hombre en problemas porque Jesús lo sanó el sábado.
Esta historia revela dos partes de este trabajo para acabar con el mal del racismo.
- Tenemos que preguntarnos si queremos estar bien, completamente bien librados de nuestro propio racismo.
- ¿Estamos dispuestos a curar nuestras queridas instituciones del racismo las cuales construimos para que lo tengan?
Recientemente, mi doctor quería que pensara en cambiar una de mis medicinas. En un raro momento de conciencia le dije, «Doctor, las medicinas no tienen la culpa de su mal funcionamiento, sino es mi culpa».
Levantemos muestras camillas y caminemos hacia un nuevo día.