A nadie le gusta el conflicto. La palabra en sí nos pone nervioso/a. Pero el conflicto es parte de la vida y lo experimentamos en la comunidad, los debates nacionales y las relaciones personales. Experimentamos conflicto en nuestras congregaciones.
John Paul Lederach, un laico menonita y pionero en el campo de la transformación del conflicto, sugiere que el conflicto es parte intrínseca de la creación. Dios crea una familia humana ampliamente diversa y da libertad al ser humano junto con la capacidad de sentir, pensar, actuar y reaccionar. En su libro The Journey Toward Reconciliation (El camino hacia la reconciliación) , Lederach escribe que «estos elementos enriquecen, renuevan y hacen de nuestras vidas interesantes. También hace que el conflicto sea parte natural de nuestras relaciones» (Herald Press, Scottdale, Pa., 1999, p. 130).
La cuestión no es si podemos evadir el conflicto dentro de nuestra vida congregacional, sino que podamos manejarlo como una parte natural de nuestras vidas como seguidores de Jesús. Si bien se sugiere a las congregaciones, que experimentan conflictos graves, contactar a sus presbiterios para recibir asistencia y orientación, algunos conceptos y prácticas básicas pueden incrementar la posibilidad de que la experiencia del conflicto será esclarecedora, constructiva y creativa; un momento en el que descubrimos la gracia de Dios de manera sorprendente la cual fortalece el cuerpo de Cristo.
- Orar. Oren de unos a otros, por la comunidad, para pedir orientación y sabiduría, y por ustedes.
- Invitación mutua. Este proceso viene de la obra del Reverendo Eric HF. Law que utilizo la invitación mutua, una persona habla y los demás escuchan. Luego, el orador invita a un miembro del grupo para hablar y este proceso continúa hasta que todos hayan tenido la oportunidad de hablar. La invitación mutua ayuda a asegurar que todos en el grupo se sientan incluidos, respetados y escuchados. Con el tiempo, el uso de la invitación mutua ayudara a que los miembros del grupo se escuchen y hablen de manera más eficaz, incluso en situaciones en las que no se utilice.
- Reglas Básicas. Las reglas básicas proporcionan un marco en el cual un grupo podría interactuar respetuosamente. Muchas congregaciones has utilizado las reglas básicas creadas por la Iglesia Presbiteriana (EE.UU.)—Seeking to Be Faithful Together: Guidelines for Presbyterians During Times of Disagreement(titulo en inglés)
- Identificar las reglas tacitas de la congregación. Todas las congregaciones tienen reglas tacitas que identifican lo que es y no es aceptable. Las congregaciones saludables se fijan en estas reglas tacitas para ver cómo estas enriquecen la vida de la congregación en conjunto. Aquellas que mejoran la vida de la congregación son afirmadas y la congregación busca reescribir reglas y normas inservibles para que ayuden a la vida de la congregación en vez de empeorarla.
- Escuche. Escuche para poder entender y así enfocarse en lo que de esta diciendo en vez de que es lo que vamos a responder. Practique la empatía, la compasión y como recibir a las personas para hacer un esfuerzo en escuchar las experiencias, preocupaciones y compromisos de las personas que estamos escuchando.
- Hable. Hable claro y en nombre de todos. Hable «profesando la verdad en el amor». (Ef. 4:15). Enfóquese en el problema en sí, antes de echarle la culpa a otras personas o justificar sus acciones.
- Véase interiormente. Durante un conflicto, muchas veces nuestra primera reacción es preguntar lo que está mal con la otra persona. En vez de preguntarnos el porqué de nuestra respuesta hacia un problema o una declaración, ¿cuáles de nuestras creencias o valores fueron perturbados profundamente? Al tener conciencia de la manera como respondemos, nos permite no poner nuestro enfoque en las personalidades y colocarlo en las causas del desacuerdo.
- Declare en que estamos de acuerdo. En nuestro ministerio compartido, buscamos un terreno común como seguidores de Cristo y para tener la habilidad básica de comunicación, nos ayuda indicar en que estamos de acuerdo antes de identificar donde no lo estamos. La búsqueda de un terreno común muestra que incluso cuando estamos en desacuerdo, al menos estamos más interesados en lo que nos une, en vez de concentrarnos en lo que nos separa. Nuestras formas de escuchar, hablar y trabajar juntos cambian a medida que nos volvemos tan ansiosos por explorar nuestros acuerdos tanto como tendemos a expresar nuestras diferencias.
Jesús enseño a sus seguidores como tratar el conflicto en Mateo 18:15–17. En tiempos de conflicto, hable directamente entre sí. Si eso no conduce a un acuerdo, entonces traigamos a uno o dos personas más a la conversación. Y si esto no funciona «dígalo a la iglesia» (Mateo 18:17). Como nos recuerda John Paul Lederach, Jesús ofrece «una visión de la iglesia como un lugar para procesar y trabajar con el conflicto, en vez de que sea un lugar que esté libre de ellos.» (The Journey Toward Reconciliation, título en inglés p. 130).
El conflicto es parte de la vida: se trata de una parte de la vida de la iglesia. Por la gracia de Dios y con trabajo arduo y lleno de oraciones, las épocas de conflicto pueden ser tiempos de crecimiento y aprendizaje en nuestro viaje mientras seguimos a Jesús. Que así sea.
Para más estudio, considere utilice el recuerdo del Programa Presbiteriano por la Paz, To Strengthen Christ’s Body: Tools for Talking about Tough Issues (título en inglés). Ordene de la tienda de la Iglesia Presbiteriana (EE.UU.); $5; PDS #2435808001
El Reverendo W. Mark Koenig sirve como director del Ministerio Presbiteriano en las Naciones Unidas. Anteriormente, Mark sirvió en el Programa Presbiteriano por la Paz, en el personal del Presbiterio de Western Reserve y como co-pastor de las congregaciones en Iowa y Ohio.