Somos un mundo en duelo. Lamentamos las muchas muertes, no sólo en París, sino también en Beirut, Bagdad y Egipto. Cualquier sentido de seguridad que hemos tenido es gravemente comprometido por estos terribles acontecimientos; por otra parte, nuestro miedo a ISIS crece con cada ejecución exitosa de su agenda violenta.
Mucho se nos ha arrebatado, pero todavía mantenemos la opción de decidir cómo reaccionamos ante nuestro dolor y el miedo. Muchos políticos se han apresurado por alejarse del temible juicio. Más de la mitad de los gobernadores de nuestros estados han tratado de proteger a sus ciudadanos mediante la emisión de las declaraciones que niegan la entrada de refugiado/as sirios/as en sus estados (como si todos los/as potenciales terroristas son de Siria). Algunos/as han ido tan lejos como para exhortar a que se le deniegue la entrada a todos los refugiados, como si eso fuese a garantizar la seguridad de los/as ciudadanos/as de su estado.
Mientras varios gobernadores de Estados Unidos se comprometen a rechazar refugiados/as sirios/as dentro de sus estados y algunos candidatos presidenciales prometen abandonar el programa de refugiados/as por completo, nosotros, el pueblo, tenemos que tomar una decisión. Podemos optar por seguir a quienes quieren escondernos en el miedo o podemos elegir la esperanza.
Nuestra nación, durante décadas, ha elegido la esperanza y darle la bienvenida a aquellos y aquellas que huyen de la guerra y la persecución. Desde 1975, más de tres millones de refugiados/as han encontrado protección y seguridad dentro de las fronteras de nuestra nación. En este momento 11 millones de sirios/as no pueden ir a la escuela, cultivar su tierra o criar a sus hijos e hijas en el lugar que conocen como hogar. Ellos y ellas no pueden hacer estas cosas porque han sido aterrorizado/as por demasiado tiempo por numerosas facciones, incluyendo su propio gobierno.
¿Elegimos abandonar nuestro plan para proteger a estos sirios/as, porque la gente que ha estado amenazándolos/as a ellos/as ahora está amenazando también a Occidente? ISIS ha tomado vidas; ha lacerado nuestro sentido de seguridad. ¿Tenemos ahora que entregarles también nuestra esperanza y compasión a ellos?
Obviamente, tenemos que avanzar con una respuesta disciplinada, agilizar los controles de seguridad, tales como los/as empleados/as del programa de admisión de refugiados/as de Estados Unidos. Negarse a admitir a ciertas personas que huyen de terror y persecución porque son sirios/as o de algún otro grupo étnico en particular es injusto y puede ser ilegal bajo la ley estadounidense. Podemos ser disciplinados/as y, al mismo tiempo, llevar el amor más allá de nuestra propia visión temerosa y limitada.
Después de la crucifixión de Jesús, los discípulos se escondieron en medio del miedo. Ellos cerraron las puertas pero Dios tenía otro plan. Jesús se les apareció y dijo: “La paz sea con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío.” (Juan 20:21). Nosotros/as no estábamos destinados/as a ocultarnos. Hemos sido enviados/as a proseguir en la esperanza y la compasión. El autor, poeta y activista por la paz Wendell Berry escribió: La sanación es imposible en la soledad; eso es lo contrario de la soledad. Convivencia es la sanación. Para sanar hay que venir con todas las otras criaturas a la fiesta de la Creación (The Art of the Commonplace: The Agrarian Essays, “The Body and the Earth,” p. 99.). La forma de acabar con el terror es demostrar que los que nos demonizan están equivocados/as. No somos una cultura secular sin corazón. Debemos dar testimonio del Evangelio con generosa hospitalidad. Ocultarnos en el miedo es un error. El miedo es la munición del terror. La esperanza es la mejor defensa.