El Líbano ha recibido una gran cantidad de refugiados de los países vecinos Siria e Irak la cual empequeñece la crisis de la frontera en los Estados Unidos. El Líbano es un país de 4 millones de habitantes; en los últimos tres años ha recibido adicionalmente 1,5 millones de refugiados de Siria y 750.000 refugiados procedentes de Irak. Esto ha aumentado la población del país, que es más pequeño que el estado de Connecticut, en un 50 por ciento. Obviamente, esto pone una enorme presión sobre los recursos de un país que ha tenido sus propios desafíos, incluyendo una guerra civil de 15 años que acaba de terminar en 1990, una serie de ataques terroristas y atentados suicidas y de vez en cuando la ocupación por el vecino durante los últimos 20 años.
¿Cómo un país y una iglesia practican la hospitalidad radical en un contexto inhóspito? Poderosa y maravillosamente. La Iglesia Presbiteriana en el Líbano (llamado el Sínodo Evangélico Nacional de Siria y el Líbano (NESSL), está respondiendo a la llamada a amar a su prójimo como a sí mismo al abrir sus iglesias, escuelas y el corazón durante esta increíble afluencia de refugiados e inmigrantes.
En los primeros años de la Guerra, la iglesia respondió a nivel nacional y de la congregación. Las personas abrieron sus casas a familiares que huyeron de la violencia y la iglesia ayudo a alrededor de 400 familias al mes con la distribución de alimentos, mantas y ropa, y los subsidios para el combustible de la calefacción en los fríos inviernos. El primero de agosto del 2013, NESSL lanzó un programa de ayuda para llegar y servir a tres mil familias al mes en Siria y el Líbano. Estaba previsto enfocarse en Damasco con otros seis lugares repartidos por todo Siria. Ellos se han expandido y atienden a más de 26 obras. Y ellos están sirviendo a las familias fuera de la iglesia, incluyendo a los musulmanes.
Recientemente, tuve el privilegio de unirme a una delegación de la Iglesia Presbiteriana (EE.UU.) en una visita a la NESSL en Beirut. Allí aprendimos de la increíble labor que está realizando la iglesia. María Mikhael, la ex presidente de la Facultad de Teología del Medio Oriente, habló con la delegación diciendo: «La necesidad sigue siendo muy grande. Sólo podemos hacer este trabajo en colaboración. Tenemos la suerte de trabajar con la IP (EE.UU.), la Misión Mundial, PDA (Asistencia Presbiteriana para Desastres), y las congregaciones individuales. Es un gran ministerio, muy necesario. A la vez es su ministerio, tanto como el nuestro. Estamos agradecidos y oramos por la continuación de este ministerio juntos, y ¡A Dios sea la Gloria!». La delegación recibió un informe sobre los fondos recibidos de la IP (EE.UU.) para remodelar una escuela no utilizada en los departamentos para familias refugiadas, fueron capaces de visitar la escuela renovada y reunirse con dos de las familias refugiadas que se acogieron en ese inmueble.
La iglesia está proporcionando un poderoso testimonio en un contexto muy difícil. No se trata sólo la iglesia presbiteriana está haciendo algo al respecto. La mayoría de las iglesias cristianas en el Líbano, así como muchas de las comunidades musulmanas, están haciendo todo lo posible para cuidar de tantas personas desplazadas por la guerra, la violencia y el terrorismo.
Esto no quiere decir que no hay tensiones en torno a la presencia de tantos inmigrantes y refugiados. La infraestructura y los recursos de la nación están agobiados por este dramático aumento en su población en tan poco tiempo. Hay debates sobre el cierre de las fronteras. Pero al final del día, el Líbano, su pueblo y la iglesia, están practicando aquí la hospitalidad radical en un contexto inhospitalario, el cuidado del mínimo de éstos, que viven en una llamada a la hospitalidad que viene desde tiempos en las civilizaciones antiguas, aquí y reflejada en Levítico 19: 33–34: «No hagan sufrir al extranjero que viva entre ustedes. Trátenlo como a uno de ustedes; ámenlo, pues es como ustedes. Además, también ustedes fueron extranjeros en Egipto. Yo soy el Señor su Dios.» (NRSV).
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