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Conexiones Como Estas

Una carta de Betsey Moe, colaboradora de misión que sirve en Guatemala

Invierno 2024

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Queridas y queridos,

Mi tiempo como Colaboradora en Misión está llegando rápidamente a su fin (termino a fines de diciembre), pero estos últimos meses han sido ricos en conexión y esperanza. Es cierto para todas y todos que, a medida que hacemos cambios importantes en la vida y el trabajo, la obra de Dios sigue desarrollándose a medida que el Espíritu se mueve dentro y alrededor de nosotras y nosotros. Quiero contarles acerca de una experiencia reciente infundida por el Espíritu.

Del 4 al 14 de octubre, mi colega Pamela Líquez, Coordinadora del programa Pastoral de las Mujeres de CEDEPCA, y yo viajamos juntas por la Costa Este de los Estados Unidos para compartir sobre el trabajo que CEDEPCA está haciendo para promover la justicia de género y las relaciones sanas en Guatemala. Era un viaje con el que habíamos soñado y que comenzamos a planificar una vez que a Pamela le otorgaron una visa para viajar a los EE. UU., lo que fue un proceso innecesariamente largo y frustrante. Debido al tiempo que llevó prepararlo, ¡el viaje se sintió como nada menos que un milagro!

[ngg src="galleries" ids="1258" display="pro_horizontal_filmstrip" show_captions="1"]Nuestra primera parada fue en el Presbiterio de New Castle, es decir, en el área que rodea Wilmington, Delaware. Hablamos en las iglesias presbiterianas de Westminster y Concord sobre los Proyectos Tamar y José, que están transformando la forma en que las y los adolescentes se ven a sí mismos como personas igualmente amadas por Dios y llamadas a ser agentes de cambio en sus comunidades. Pamela y yo habíamos trabajado con antelación en el desarrollo de presentaciones interesantes llenas de historias, fotos y testimonios personales, y Pamela hizo las presentaciones en inglés, un gran logro para un estudiante de inglés. Sé por experiencia lo intimidante que es hablar frente a una audiencia en un idioma con el que no te sientes del todo cómodo; después de cada presentación, lo celebramos chocando las manos y respirando profundamente.

Disfrutamos de la belleza y la historia de la zona con recorridos por el histórico New Castle, Longwood Gardens y Winterthur. Pero lo más importante es que tuvimos la oportunidad de ver la vida local desde otro ángulo mientras aprendíamos sobre la experiencia de las y los inmigrantes guatemaltecas/os en Kennett Square, Pensilvania, hogar de docenas de granjas de champiñones que dependen de trabajadores inmigrantes. Visitamos una casa de champiñones para aprender sobre las condiciones de trabajo, deambulamos por barrios de apartamentos abarrotados donde viven las y los trabajadores, y fuimos a supermercados locales donde pudimos ver productos guatemaltecos auténticos. Kennett Square es realmente como una "Pequeña Guatemala".

También pasamos una mañana en la escuela secundaria Kennett, donde hicimos una presentación a las maestras, maestros y al personal sobre los factores que obligan a tantas personas a dejar a sus familias en Guatemala. Visitamos la dispensa comunitaria de ropa y alimentos de la escuela y varias de las aulas. La escuela sigue recibiendo a las y los estudiantes guatemaltecos recién llegados y nos impresionó la pasión y la dedicación de las y los profesores para asegurarse de que estos estudiantes se sientan bienvenidas/bienvenidos y tengan el apoyo que necesitan. Como era solo la segunda vez que Pamela estaba en los Estados Unidos y la única vez que veía las realidades de la migración desde el lado estadounidense, se llevará historias e información valiosas para incorporarlas a su trabajo en las comunidades rurales guatemaltecas.

El punto culminante de la visita fue la capacitación que dirigió Pamela para las trabajadoras sociales de YoungMoms y Migrant Education of Southern Chester County, dos organizaciones que trabajan con madres jóvenes guatemaltecas, y la lección interactiva que Pamela facilitó para seis madres jóvenes en la YMCA de Kennett. Utilizando el currículo Tamar desarrollado en CEDEPCA, Pamela guió a las adolescentes a escribir poesía, jugar dinámicos, leer las escrituras y compartir sobre las dificultades que han enfrentado como jóvenes. Cuando una adolescente le dijo de qué parte de Guatemala era, Pamela dijo: “¡Mi abuelita creció en ese pueblo!” ¡Ah, ver el destello de reconocimiento y alegría! Es imposible imaginar los desafíos que tuvieron que enfrentar al tener que lidiar con un nuevo idioma, nuevas normas culturales y, en muchos casos, condiciones continuas de pobreza y violencia, pero qué maravilla fue tener a Pamela sentada con ellas y escucharlas. Las niñas estaban encantadas de conocerla y absorber la atención y el aliento que les ofreció.

Después de nuestro tiempo en el Presbiterio de New Castle, Pamela y yo viajamos por DC, parando para disfrutar de la historia y el arte y de la buena comida vegana, y continuamos con presentaciones en iglesias en Virginia. En cada iglesia, percibimos un interés auténtico, amor y solidaridad. La iglesia está viva cuando se crean y reafirman conexiones como estas – conexiones con hermanas y hermanos de otras partes del mundo.

Para mí, fue una alegría viajar con una colega como Pamela, que está abierta al Espíritu y dispuesta a correr riesgos. Éramos dos mujeres conectadas por nuestra fe y una pasión por ayudar a otras mujeres a verse a sí mismas como amadas. A lo largo del camino, hablábamos –a veces en inglés, a veces en español– sobre lo que notábamos, celebrando los avances que ya se habían dado en materia de justicia de género a lo largo de los treinta y ocho años de existencia de CEDEPCA, soñando con el futuro que Dios todavía tiene reservado.

Conexiones como estas –conexiones a través de las fronteras que nos llevan a reflexionar, aprender y soñar– son posibles porque personas como ustedes están orando, animándonos y dando generosamente.

Estoy muy, muy agradecida. Agradecida de haber estado en medio de estas conexiones durante cuatro años y medio, y agradecida de que Dios siga involucrándonos a todas y todos en su obra.

¡Gracia y paz para ti!

Betsey